sábado, 19 de marzo de 2016

Engel

Eduardo se había levantado con una resaca elefantiásica y algo grabado a fuego en su cerebro. Necesitaba esa pastilla con urgencia para conseguir calmar su excitación y no se veía capaz de esperar hasta el lunes, día en que podría adquirirla.
Un amigo suyo la había probado ya y había experimentado con ella sensaciones indescriptibles. Según le había contado, conducía a lo más excelso del placer y eclosionaba en un orgasmo integral de vibración sin límites.
Hasta aquel momento, nunca dio crédito a tales comentarios, pero tras lo vivido la noche anterior había cambiado por completo de criterio.
Reflexionó qué podía hacer ante la necesidad de la inmediatez. Accedió a ebay y tecleó tan rápido que tuvo que hacerlo hasta en tres ocasiones para deletrear correctamente su marca.
Filtró los resultados de la búsqueda según el plazo de entrega y finalmente obtuvo la que estaba buscando. Clicó en buy it now (comprar ahora) y en ese mismo momento su agitada respiración se calmó.
Entonces ya podía preparar con calma el repertorio del concierto que daría con su banda la semana próxima.
Efecto placebo era una banda de rock siniestro que había comenzado a componer a finales de los años ochenta. Una formación clásica de guitarra eléctrica, bajo, batería y voz. Tras publicar varios discos que alcanzaron cierta popularidad comercial, los miembros decidieron disolverse en 1995 y dedicarse a otros proyectos musicales. Habían pasado veinte años desde aquello y el concierto con el que iban a celebrar su reunión y vuelta a los escenarios debía ser demoledor.
Su estilo había evolucionado y ahora habían incorporado bases electrónicas, ruido experimental y samplers de grupos como Placebo o Rammstein, sus alter-ego presentes favoritos del momento.
Eduardo era un poco reticente a tanta tecnología. El prefería reproducir melodías analógicas como había hecho siempre con su guitarra Telecaster, de cuerpo macizo y simplicidad de diseño, que producía un sonido característico con sus dos pastillas de bobinado simple. Pero todos estaban de acuerdo que el público que les seguía hacía tantos años también habría evolucionado y, por ello, debían actualizase.
Fue en el concierto de Rammstein de la noche anterior a su resaca donde escuchó algo que le produjo una tremenda inquietud. Como buen guitarrista vivido en tantos eventos y actuaciones, sabía diferenciar un sonido nuevo, algo que jamás había escuchado antes y que producía en su cerebro una reverberación mágica. No era una habilidad del guitarrista de la banda alemana, Richard. Eso era evidente para él, de manera que llamó a alguien que conocía en la productora que organizaba el concierto y le confirmaron lo que ya sus sospechas le hacían intuir. La guitarra que estaba utilizando incorporaba la mágica pastilla de bobinado múltiple con hilos de cobre y oro que Eduardo acababa de comprar en ebay y que muy pocos otros músicos habían comenzado a utilizar todavía, pues se rumoreaba que la frecuencia de onda que podía llegar a generar era superior a los veinte mil hercios, el límite de detección humana del sonido, y por ello sospechosa de llegar a crear daños en el cerebro.
No se había podido llegar a demostrar aún tal teoría y por ello la pastilla en cuestión creadora de una distorsión sin precedentes con la guitarra eléctrica seguía en el mercado.
Podía representar incluso la semilla de un nuevo estilo musical, algo más siniestro incluso que la música que siempre habían compuesto y eso le animó y le quitó la desazón con la que se había levantado.
Cogió una partitura y empezó a escribir la adaptación distorsionada de “Engel”, el tema más oscuro de la banda alemana, con la que abrirían el concierto de retorno a los escenarios.



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